Wednesday, June 2, 2010

LOS CIEGOS VEN


LOS CIEGOS VEN


1. Cuando Juan el Bautista, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envía a sus discípulos a preguntarle si era el que había de venir o había que esperar a otro, Jesús les remite a lo que están viendo y oyendo. Se dan las señales esperadas: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva(Mt 11,5). También hoy la experiencia de fe tiene estas señales. Lo mejor que le puede suceder a quien está buscando es encontrarse con una señal que le atraiga a la fe.
2. Una de ellas es ésta: los ciegos ven. Se cumple así lo que dijo el profeta Isaías: Desde las tinieblas y desde la oscuridad, los ojos de los ciegos verán (Is 29,18). Sin descartar en la evangelización de Jesús las curaciones de tipo físico, el simbolismo de la ceguera y de la luz recorre todo el Evangelio y, también, toda la Biblia. Por ejemplo, dice San Pablo: El mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones (2 Co 4,6).
3. La luz manifiesta la gloria de Dios. Se canta en el salmo 104: La luz te envuelve como un manto. Y en el salmo 67: Que el Señor tenga piedad y nos bendiga, que ilumine su rostro sobre nosotros. Está escrito: Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna (1 Jn 1,5). En su luz vemos la luz (Sal 36,10). Su Palabra es la luz verdadera (Jn 1,9), que ilumina nuestros pasos: Al abrirse, tus palabras iluminan dando inteligencia a los sencillos (Sal 119,130).
4. La evangelización de Jesús comienza en Galilea, en una tierra esclavizada, en tinieblas, necesitada de redención: El pueblo que habitaba en tinieblas vió una gran luz (Mt 4,16). Jesús es el siervo destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas (Is 42,6-7). El es la luz del mundo. Quien no ha visto esa luz, es ciego (Jn 9). Quien sigue a Jesús, no camina en la oscuridad, sino que tiene la luz de la vida (Jn 8,12).
5. Si hacemos lo que Dios quiere (liberar a los oprimidos, compartir el pan con los que pasan hambre, hospedar a los pobres sin techo), entonces brota nuestra luz como la aurora (Is 58,8). Si obramos el mal, tropezamos en las tinieblas: Esperábamos la luz y hubo tinieblas, la claridad, y anduvimos en oscuridad. Palpamos la pared como los ciegos y como los que no tienen ojos vacilamos. Tropezamos al mediodía como si fuera al anochecer y habitamos entre los sanos como los muertos (Is 59,9-10).
6. Lo dijo Jesús: Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5,14). El Dios que nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz (1 P 2,9) nos invita a vivir como hijos de la luz: El fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad (Ef 5,9-11). Criterio fundamental es el amor fraterno: Quien ama a su hermano permanece en la luz (1 Jn 2,10). Otro criterio se lo da da Jesús a Nicodemo: Todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios (Jn 3,20-21).
7. A la muchedumbre, Jesús les anuncia la Palabra con muchas parábolas, pero a sus discípulos les reserva una enseñanza especial: A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone (Mc 4,11-12). Según la parábola del sembrador, los diversos tipos de terreno donde cae la semilla de la Palabra corresponden a diversos tipos de personas. De una forma especial, el rechazo de la Palabra se da en aquellos cuya situación de poder económico, político o religioso los determina a ser ciegos o sordos. Como suele decirse, no hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que el que no quiere oir.
8. Los escribas y fariseos están ciegos y, además, tienen la responsabilidad de guiar a muchos: son ciegos que guían a ciegos (Mt 15,14); consideran más importante el oro del Santuario que el Santuario mismo (23,17); cuelan el mosquito y se tragan el camello (23,24); purifican por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosan de robo y desenfreno (23, 25); son ciegos que no reconocen su ceguera (Jn 9,41).
9. En el episodio de la transfiguración, Pedro, Santiago y Juan ven por anticipado la gloria de Jesús, vestido con la luz de la resurrección: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz (Mt 17, 2). Los caminantes de Emaús reconocen a Jesús Resucitado cuando se les abrieron los ojos (Lc 24,31). San Pablo ve en el camino de Damasco una gran luz venida del cielo que le envuelve y le ciega, hasta que -por mediación de Ananías- recupera la vista (Hch 22,6-13). En el mundo nuevo, se dice en el Apocalipsis, no habrá noche, porque el Señor será nuestra luz (Ap 22,5).
10. Los primeros cristianos llaman iluminación a la iniciación en la luz que supone la experiencia del Evangelio. En el poema de la Noche oscura San Juan de la Cruz canta la luz que le guía: aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía. En nuestro tiempo, el Concilio Vaticano II desea iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia (LG 1).
11. Si leemos el pasaje del ciego de Jericó (Mc 10,46-52) como esquema de evangelización, podemos ver dónde estamos. El contexto es éste. Los discípulos van con Jesús camino de Jerusalén. En realidad, están bastante ciegos. Unos, los hijos de Zebedeo, no saben lo que piden, piden los primeros puestos (10,38); los otros diez se indignan (10,41). Muchos, que le siguen, tienen miedo (10,32).
12. Cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, un mendigo ciego, sentado junto al camino, se puso a gritar: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!. ¡Hijo de David!, !el grito mesiánico¡ Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!. Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Llaman al ciego y le dicen: ¡Animo, levántate! Te llama. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que te haga?. El ciego le dijo: Maestro, ¡que vea!. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.
    Podemos revisar ¿cómo nos situamos ante Jesús?
* como ciegos, al borde del camino
* gritando
* hemos sido llamados
* vemos ya
* seguimos a Jesús por el camino
 Reflexión:

La ceguera física impide ver el mundo material que nos rodea, pero hay una ceguera espiritual que impide reconocer las verdades de Dios. Tenemos que pedirle a Dios que nos cure de esta clase de ceguera para que podamos conocerle mejor, entendendiendo adecuadamente su palabra y saber ponerla por obra. Jesús dijo en una ocasión que si un ciego fuera el guía de otro ciego ambos caerían en el hoyo, queriendo decir que la ignorancia de uno hace que el que le siga cometa los mismos errores.


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